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miércoles, 7 de marzo de 2012

Cuentos para la diversidad: 12. La princesa valiente

Autoras/es: Arancha Sánchez-Apellániz Sanz (*)
(Fecha original del libro: 2005) 
Relato recomendado para niños/as +12

Iria vivía en el barrio de Chueca, en Madrid, en un apartamento soleado compuesto por dos habitaciones. Su dormitorio estaba pintado de un color amarillo acogedor y las paredes decoradas con numerosos dibujos suyos. Disfrutaba dibujando, le divertía imaginar situaciones que casi nadie veía y luego convertirlas en imágenes.
Como todas las mañanas Marta, su madre, le despertó con un sonoro beso y la ayudó a vestirse. Después de elegir un pantalón vaquero y una camiseta con flores, Marta, sonriente, le preguntó:

–¿Te acuerdas qué día es hoy?
A Iria se le iluminó la cara con una enorme sonrisa.
–Claro que me acuerdo. Hoy es mi cumpleaños.
–¿Y cuántos cumples?
–Cinco años.
Desde luego, ése era un día importante, esa tarde tenían una fiesta en casa para celebrar su cumpleaños. Pero además, significaba que mañana empezaría el colegio. Se había acabado la etapa de la escuela infantil, ya era mayor.
A partir de las cinco empezaron a llegar los amigos y en pocos minutos la casa parecía un estallido de colores, gritos y felicitaciones. Cuando se fueron marchando, Marta, sin dejar que se quejara mucho, la llevó directamente al cuarto de baño. No es que no le gustara bañarse, pero 
La princesa valiente estaba demasiado cansada y entusiasmada para desvestirse y meterse en el agua sin rechistar, así que tuvieron que negociar hasta que finalmente accedió. Después de ponerse el pijama, Elvira le solía leer un cuento todas las noches. Últimamente, Iria elegía siempre el mismo: “La princesa valiente”, aunque se sabía de memoria lo que iba a ocurrir, e incluso muchas veces Elvira le preguntaba o se callaba para que Iria lo siguiera contando. Al llegar a la escena central del cuento, la princesa sabía quién había robado el cofre con las joyas de la corona, pero tenía miedo de denunciar al conde, porque éste tenía mucha influencia en el reino y se arriesgaba a que su padre, el rey, no la creyera. La princesa tenía que elegir entre ser una cobarde y continuar con la comodidad de su vida en palacio, o ser valiente y defender a su amigo, que estaba encerrado en los calabozos. En ese momento Iria contenía la respiración y preguntaba inquieta:
–¿Qué eligió?
–Como era la princesa valiente, no se entristeció mucho tiempo y buscó la solución más correcta. Ella era diferente al resto de los niños, tenía un gran don, el de poder ver los sentimientos que se albergaban en el corazón de las personas, por eso sabía que el conde mentía y que él las había robado. En cambio, su amigo, aunque nadie le creyera por su apariencia harapienta, era inocente. Además, aunque era muy pequeña, sabía que la ley más importante del mundo es la “ley del amor”, que se basa en no dejarse llevar por las apariencias, las razas, las creencias, la opción sexual… No podía dejar que castigaran a su amigo sólo por ser un plebeyo, y que triunfara la ambición del conde. Así que ideó un plan:
al día siguiente dibujó delante de su padre un cuadro donde reflejaba quién era el culpable del robo y dónde estaban las joyas de la corona.
Gracias a su valentía detuvieron al conde y liberaron a su amigo.
Y si alguna vez te sientes, triste, desdichada por ser diferente, recuerda que esa diferencia puede ser un don, y aunque aparentemente el resto de los niños parezcan iguales, también son diferentes, más altos, más bajos, delgados, gordos, chinos, negros… y justo la diferencia es lo que nos enriquece. No hay que tener miedo a lo diferente, es una oportunidad que nos da la vida de aprender a amar. Confía en la vida, seguro que los momentos difíciles son breves y mañana saldrá un sol reluciente y prometedor.
Al acabar la lectura, Iria le comentó inquieta:
–Tengo un poco de miedo, mañana es mi primer día en el colegio nuevo.
Elvira la abrazó, la besó efusivamente y le contestó en un tono cariñoso:
–No te preocupes, ya verás como todo va a ir fenomenal.
–Pero es que no conozco a nadie.
–Estoy segura de que con tu carácter, en una semana eres amiga de toda la clase.
Al entrar al colegio Iria se dio cuenta de que la mayoría de los niños y niñas parecían igual de asustados que ella, así que a medida que transcurría el día se fue relajando. Después de la comida estuvo jugando divertida con varios compañeros. En la última clase, la señorita les dijo que dibujaran a su familia. Iria estaba encantada, iba a finalizar el día pintando, no se podía pedir más al primer día de cole. Dibujó con colores alegres a Elvira a un lado, ella en medio más pequeña, y al otro lado a Marta, las tres se daban las manos sonrientes. Luego había que enseñar el dibujo a la clase y hablar de la familia que se había pintado.
Cuando le tocó a Iria, estaba muy tranquila y confiada, y así, mostró su dibujo primero a la seño, que preguntó sonriendo y señalando a Elvira:
–¿Tu papá también tiene el pelo largo?
–Ésa no es mi papá, ésa es Elvira, mi mamá.
La seño entonces señaló a Marta y volvió a preguntar.
–Ah, ¿entonces éste es tu papá?
Iria volvió a contestar:
–No, ésa es mi otra mamá, Marta.
En ese momento una niña muy cursi que estaba sentada en primera fila contestó en un tono demasiado alto:
Eso es imposible, no se puede tener dos mamás.
Muchos niños de la clase se daban codazos y sonreían. Iria se sentía intranquila, muy pequeña, como si su cuerpo estuviera disminuyendo de tamaño por segundos. Era consciente que estaba pasando algo que se le escapaba de las manos. Entonces recordó lo que le había explicado muchas veces Elvira sobre el cuento de “La princesa valiente”. “Iria, recuerda siempre que la valentía es una muestra de amor, y el amor tiene sus propias reglas, aunque muchos las desconocen. Marta y yo te concebimos por amor, y estás en este mundo para crecer con amor y compartirlo con todo el que quiera. Existe mucha gente que desconoce esta norma, la más importante de la vida, la del amor, y se rigen por otros prejuicios caducos y antiguos. No te preocupes, cada uno tiene su forma de pensar, pero no permitas que nadie te agreda con sus pensamientos, tú eres una niña muy querida con dos madres. Es verdad que la mayoría de los niños tienen un padre y una madre, pero no es ni mejor ni peor tener dos padres o dos madres, simplemente es diferente”.
En ese momento, Elvira siempre le agarraba las dos manos y se las apretaba con fuerza, le mostraba una sonrisa sincera y confiada, para luego continuar hablando: “Igual que tú tienes que aprender a respetar otras opiniones, el resto de la sociedad tiene que aprender a respetar otras opciones. Y si alguna vez se complican demasiado las cosas, que a veces pasa, tú, como la princesa valiente, confía en que los momentos difíciles son breves y mañana saldrá un sol reluciente y prometedor”.
Tras recordar estas palabras, Iria finalmente contestó en un tono seguro y alto:
–No es imposible, porque yo tengo dos mamás.
En ese momento toda la clase dirigió la mirada a la seño. Ésta tardó unos segundos en contestar, pero por fin dio la razón a Iria y, después, contó el cuento de “La princesa valiente”. Iria cogió con firmeza su dibujo y, orgullosa, volvió a su asiento.
 

(*) Extraído de:
Colección Cuentos para la diversidad. COGAM. Colectivo de Gays, Lesbianas y Tansexuales de Madrid

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