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martes, 8 de febrero de 2011

Reflexiones acerca del lugar del Estado, recuperadas de una noticia

Una maestra habría desvestido a dos chicos porque le faltaron 30 pesos
Autoras/es: Stella Maris Torre

En primer lugar quisiera considerar el tema de los medios de comunicación. En este caso, reportean a fuentes de la DGCyE bonaerense, al denunciante y a tres padres de la escuela, pero no aparece el testimonio directo de las acusadas. Asimismo, el papel absolutamente mediador de los medios (valga la redundancia), me recuerda la reciente reflexión de Saramago: “la información no existe”.  
(Fecha original del artículo: Septiembre 2004)
Con respecto la actuación de las docentes, y suponiendo que efectivamente a la maestra le robaron en la escuela (y no en otro lugar o simplemente, perdió el dinero), pareciera ser que la primera sospecha se dirige a una familia específica, ya que la acción es ejercida contra dos hermanos en distintos lugares de la escuela. Podría ser que los chicos tengan “fama de rateritos” y que tal vez fuera mejor que se vayan de la escuela, lo cual me recuerda a los conceptos de Foucault acerca de las más variadas expresiones del racismo. Por otra parte, es un buen ejemplo práctico de garantizar la propiedad privada y condenar “al que toma algo que no es suyo”. Y muy efectivo además es el estigmatizar delante de los compañeros, es advertir “miren uds. que vergüenza van a pasar si son ladrones”. Aunque efectivamente no se hubieran controlado los cuerpos, ya se trate del revisado de la mochila o de la autorrevisación, la maestra, con su indicación, está sugiriendo la autoflagelación, el autocontrol, la autovigilancia.
La actuación de la DGCyE ante la denuncia: es ubicar “preventivamente” a la docente y directora en tareas pasivas, cumpliendo así con la aparente.
Pero la actuación de los padres, no sólo favorables a la docente y a la directora, sino también realizando manifestaciones públicas en su apoyo (“gente decente” exacerbada en un “todos contra uno”), sugieren la posibilidad de que es toda la comunidad, es decir, la sociedad, la que está cumpliendo explícitamente el papel de Estado (coacción), no solidarizándose con el que denuncia sino jugando a favor de su propia inclusión, es decir con la continuidad de sus hijos en la escuela. Esto hace suponer que está operando el más efectivo de los controles del Estado: el ideológico.
Cabe aquí la pregunta sobre cuál podría ser el interés de los padres en acusar al padre de los niños de mentiroso. Y a mi juicio, lo hacen muy ineficazmente en su conjunto, ya que las versiones son contradictorias (revisado de mochila por parte de la maestra o autorrevisado, niños que, estando en sus aulas, “vieron” lo que pasaba en otras), o directamente producto de la técnica del rumor (dicen que dicen), o basadas en experiencias previas con la docente. Como dije antes, quizás se estigmatiza (se vuelve a estigmatizar) al otro para reafirmar la propia inclusión. El Estado y la sociedad naturalizan un “no podemos estar todos incluidos”, los propios ¿errores? del sistema, lo que se percibe como “malo”, positivizado en “ilegal” se descarga en una suerte de chivo expiatorio para diferenciarse de él.
Esta nota periodística da para mucho más. Lo que no se dice en ella dice más de lo que se dice.

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