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martes, 10 de mayo de 2011

Diálogos en educación. Nicholas Burbules

Autoras/es: EducaRed
"Para pensar la educación del futuro, los impedimentos de hoy no son obstáculos tecnológicos sino impedimentos de la imaginación"
Nicholas Burbules*
(Fecha original del artículo: Junio 2007)

EducaRed: Su libro “Educación: riesgos y promesas de las nuevas tecnologías” fue publicado aproximadamente diez años atrás y, por supuesto, muchos de los temas que usted trata allí son aún sumamente relevantes para pensar en los desafíos con los que nos encontramos al trabajar con nuevas tecnologías en educación. Sin embargo, en este contexto en el que las tecnologías y sus relaciones con la cultura se transforman vertiginosamente, nos preguntábamos si acaso usted tiene hoy nuevas preocupaciones o temas que incluiría en ese libro.

Nicholas Burbules: Bueno, creo que una de los temas centrales serían las cuestiones vinculadas con la privacidad, que son más serias hoy de lo que eran 10 años atrás cuando escribí el libro. Hay más información acerca de nosotros en Internet, ya sean cosas que decidimos compartir a través de la red o información que nunca decidimos hacer públicas allí. En general uso un ejemplo para hablar de este tema, el cual no sé cuán relevante es aquí, pero en Norteamérica a los jóvenes les gusta mucho usar sitios que generan redes sociales como Myspace y en esos sitios revelan una gran cantidad de información sobre ellos mismos. Ellos saben – deben saber – que es información pública, otras personas pueden verla, pero creo que no siempre son conscientes de las consecuencias o implicancias a mediano o largo plazo que adquiere publicar esta información en la red.

Por ejemplo, un gran debate en Norteamérica gira en torno al uso de esta información por parte de las oficinas de admisión de las universidades. La pregunta es en qué medida es apropiado que estas agencias de admisión visiten la información de sus candidatos para obtener más información acerca de ellos y tomar la decisión acerca de si admitirlos o no en la universidad. Por un lado, se posicionan los que consideran que se trata de información pública, en el sentido de que los candidatos a ingresar a la universidad decidieron hacerla disponible en esos sitios, y en ese sentido, si la información revela aspectos negativos acerca de ellos, es mejor saberlo con anterioridad que encontrar el problema más tarde. Por otro lado, hay quienes también desde las oficinas de admisión argumentan que nos es información que haya sido publicada para el fin de darse a conocer en el proceso de admisión universitaria; en muchos casos ni siquiera es información relevante acerca de sus aptitudes para el estudio, e incluso cuando dicha información sea publicada en la red de manera voluntaria, hay muchas personas, especialmente las más jóvenes y noveles en el uso de estos espacios, que no son completamente conscientes de cuánta gente lee lo que ellos escriben. Pero más aún, la pregunta también es el sentido que adquiere la información sobre uno mismo publicada a los 14 o 15 años, cuando uno tiene 18 o 17. Es muy probable que los adolescentes que escriben en esos espacios no estén pensando qué pasa con la información que publican hoy dentro de unos años cuando esté aplicando para ingresar a la universidad.

En síntesis, se trata de un gran debate en torno al uso se esta información. Pero lo interesante es que en el marco de esta discusión aparece la voz de la gente de recursos humanos del sector corporativo y mirando con extrañeza el debate que sostienen las universidades, explica que ellos ni siquiera se formulan la pregunta: consultan habitualmente estos sitios antes de contratar a un nuevo empleado sin ningún tipo de preocupación al respecto. En definitiva, creo que este es un serio e importante tema, más serio de lo que creíamos o entendíamos diez años atrás. Hoy, por ejemplo, muchos de mis colegas se fastidian con los comentarios que sus estudiantes escriben acerca de ellos en Internet. Gran parte de las universidades tienen sus sitios no oficiales de evaluación docente producidos por los propios estudiantes. La mayoría de los profesores con los que conversé acerca de esto están enojados al respecto. Los estudiantes siempre han compartido información acerca de los cursos y los profesores, “tal profesor es muy aburrido dando clase”, “tal curso es en verdad fácil”, etc. Los alumnos siempre han compartido estas opiniones, pero los profesores en general no sabían cuáles eran estos comentarios. Pero los docentes que ahora se preocupan por leer estas páginas online a veces se encuentran con comentarios que los enojan. Pero, por ejemplo, ahora esta práctica se ha extendido a otras áreas, como “cuán atractivas son las profesoras”. Entonces ahora, los estudiantes publican información acerca de otros aspectos de sus docentes, cuestiones más personales y privadas, que seguramente no resultan gratas o sencillas de procesar por parte de los profesores. Imaginen que yo fuera una joven y atractiva profesora que está tratando de ser tomada seriamente por sus estudiantes, y los alumnos del curso comentan online cuán atractiva me encuentran, no me resultaría halagador o simpático, más bien me resultaría un desafío en la clase.

En síntesis, me parece que las cosas están dando vuelta con fuerza alrededor de un mundo en donde cada vez más y más se intercambia información. Yo estoy completamente a favor de intercambiar y compartir información online todo lo que se pueda, pero cuando la gente comienza a intercambiar información acerca de otras personas, no se trata de información que estas otras personas hayan autorizado a publicar.

ER: Usted ha comentado recientemente que debemos hacernos a la idea de que será imposible anticipar los cambios y transformaciones que traerán las nuevas tecnologías a nuestra cultura y vida cotidiana en las próximas décadas. Más bien debemos asumir esta incertidumbre y operar con ella mientras afrontamos los desafíos que la tecnología nos plantea. Para los educadores, esto resulta particularmente complejo, pues en general debemos tomar decisiones y planificar teniendo en cuenta el contexto y los propósitos que miran a un futuro deseable en términos de propuestas pedagógicas. En el marco de este mundo cambiante e incierto, parecería que este desafío que nos plantea la tecnología es particularmente difícil para los docentes, ¿verdad?

NB: Si, ese es un buen punto. Seamos honestos, es muy fácil para un profesor de filosofía como yo, desde la universidad, decir que “el cambio es incierto y debemos aceptarlo de esa forma, nunca estaremos seguros de las consecuencias de nuestras decisiones”. Pero los educadores deben tomar decisiones. Los responsables de las políticas educativas deben tomar decisiones, ellos comprarán estas computadoras que cuestan 100 dólares o no, y es muy probable que en cualquiera de los dos casos se arrepientan, pero alguien debe tomar esas decisiones. Entonces, yo puedo sostener justificadamente que “las decisiones que tomamos tienen consecuencias, pero estas consecuencias son realmente inciertas”. Pero también debemos considerar una aproximación realista y sostener que el hecho de que estas consecuencias resulten inciertas no debe paralizarnos. Una cuestión relacionada con esto puede ser pensar en dos aproximaciones distintas para el desarrollo de políticas, especialmente políticas educativas. La primera aproximación es la perspectiva basada en una visión tradicional de la racionalidad la cual remite a la toma de decisiones racionales y la otra es una perspectiva de toma de decisiones basada en los procedimientos. De acuerdo a la primera perspectiva, uno hace mucha investigación, hace proyecciones, desarrolla análisis de costos y beneficios, y hace cálculos racionales basados en posibles acciones vinculadas con inversiones a 5 o 10 años, por ejemplo. Y todo esto lleva a la toma de decisiones que conduce a políticas en general muy ineficientes, un ejemplo de ello es la política norteamericana acerca de Irak y lo mismo puede decirse acerca de la ley educativa aprobada en el 2002 en Estados Unidos “No Child Left Behind” (Que ningún niño se quede atrás). Con respecto a esta segunda, nadie puede decir que esta ley sea viable y muchos incluso la cuestionan por otras razones de carácter ideológico. Entonces, esta es una mirada de la construcción de políticas: uno hace cálculos y proyecciones y luego establece esos objetivos de largo alcance, ambiciosos y muchas veces inalcanzables.

En la otra perspectiva, uno toma una serie de decisiones, las que John Dewey denominaría como decisiones de tipo “fines-a-la-vista”, es decir, decisiones que uno puede proyectar de manera realista, y uno no piensa más allá de ellas pues no puede anticipar más que hasta ese punto. Estas decisiones, puede que no sean las “mejores” desde un punto de vista tradicional de la racionalidad, pero son “lo suficientemente buenas” dados los propósitos de las mismas. Esta es la perspectiva que se define como basada en procedimientos. Entonces, volviendo a nuestra discusión, especialmente en un entorno tan cambiante como el de la tecnología, en donde uno puede proyectar con dificultad qué habrá de pasar de acá a seis meses, ni hablar de acá a cinco años, deberíamos emplear más a menudo esta perspectiva racional basada en procedimientos a la hora de tomar decisiones: hagamos esto ahora, veamos a dónde nos lleva concretamente, y una vez que estemos allí tomaremos una nueva serie de decisiones. Sabremos cosas en ese momento que no sabíamos cuando iniciamos el camino, tal vez no fue la decisión correcta, tal vez fue un error, pero si cometimos un error, solo perdimos seis meses y no cinco años, o una cantidad de dinero menor a la que hubiéramos invertido si el plan hubiera sido a cinco años. Esta perspectiva es mucho más modesta y humilde a la hora de tomar decisiones y desarrollar políticas educativas.

ER: Tomando en cuenta esta mirada del desarrollo de políticas educativas, la idea de participar del proyecto “Una computadora por niño”, no parece una decisión basada en procedimientos, sino más bien una perspectiva de largo alcance. ¿Cuál es su mirada al respecto?

NB: Yo siempre pienso en las cosas desde posibles miradas alternativas. Desde el comienzo, la primera vez que escuché de esta idea, pensé en ese concepto de las computadoras de 100 dólares como una increíble y brillante idea y una oportunidad histórica para crear máquinas verdaderamente baratas. Una máquina que es inalámbrica, que no depende de la energía eléctrica, que es muy difícil de romper, y tratar de usarlas para transformar el sistema educativo en un país que tiene problemas tan serios de inequidad de acceso, tal vez es una de esas decisiones arriesgadas y orientadas al futuro, un punto crítico que una vez que se concreta, otro cambios tendrán lugar. Es decir, con un cambio como éste, es de esperar que ocurran cambios en múltiples esferas y transformaciones no esperadas que pueden resultar interesantes. Por otra parte, lo cierto es que muchos niños ya tienen una computadora portátil de 100 dólares en sus manos: los teléfonos celulares. Tienen una máquina que transmite textos, que es una cámara de fotos, que graba videos, que también puede guardar audio y grabar entrevistas; es una computadora. Los chicos las tienen y ya las están usando. Son portátiles, en muchos casos más baratas que 100 dólares y están integradas en la cultura juvenil de manera que ya las están usando e inventando formas de usarlas. Entonces, es posible pensar que el dinero resultaría mejor usado invirtiendo en tecnologías que ya existen y que ya se encuentran culturalmente integradas. No sé cómo los jóvenes pueden reaccionar frente a estas “laptops de100 dólares”.

Conversando con una persona sobre esto, formuló una pregunta que llamó mi atención: ¿los jóvenes las van a percibir acaso como las “computadoras baratas” y no como las “computadoras verdaderas”? Si yo estuviera haciendo investigación sobre este tema, éste sería uno de los primeros aspectos que estudiaría. Pondría 100 máquinas de estas en el medio de la escuela y trataría de comprender que hacen los chicos con ellas. Pues lo único que sabemos es que las usarán de maneras muy distintas a las que nosotros anticipamos. Y si acaso las perciben como las “computadoras baratas” para la gente que no puede pagar las “computadoras verdaderas”, entonces podrían tener justamente el efecto contrario al que se está buscando. Como ustedes saben, a mi me interesan profundamente las consecuencias inesperadas en relación con el uso de las nuevas tecnologías, y creo que las razones y motivaciones del movimiento de las “laptops-de-100-dólares” son muy nobles y admirables, y puede que sea el camino correcto a seguir. Pero yo soy escéptico, está en mi formación como filósofo.

ER: Un aspecto interesante de estas computadoras del programa “One Laptop per Child” (Una Laptop por Niño) es el intento de desarrollar una interface completamente diferente (Sugar) que nada tiene que ver con la que conocemos y que está más vinculada con el desarrollo cognitivo y el aprendizaje de los niños. Se trata de una interface que cambia la metáfora con la cual hoy nos vinculamos con la computadora. Por otra parte, es un gran desafío pensar en el sentido cultural de este cambio y su relación con las metáforas que ya están integradas en nuestra forma de relacionarnos con la tecnología. ¿Cuál es su opinión al respecto?

NB: Las metáforas de las interfaces resultan muy interesantes. Nuestras metáforas actuales están basadas en “carpetas”, “archivos”, “papeleras”, etc. Estas son metáforas de gente que trabaja en oficinas o en entornos de ese estilo ¿Qué ocurriría si utilizáramos una metáfora basada en la “cocina” o el “jardín” para el desarrollo de interfaces? Podríamos usar metáforas de otras áreas de actividad, lo cual claramente tiene un efecto en quiénes y cómo usan estas interfaces. Pero finalmente acordamos y nos acomodamos, o los diseñadores acordaron en estas interfaces orientadas por metáforas de oficina, y tal vez con razón o justificadamente. Pero también en ese proceso, dieron forma e influenciaron la esfera de quiénes probablemente habrían de sentirse más cómodos con ellas. Yo considero que es posible pensar que esta metáfora basada en el espacio del trabajo y el escritorio puede que no sea aquella que mejor se relacione con los intereses u actividades de los niños, ¿pero estamos los adultos en una mejor posición para determinar en qué metáfora se sentirán más cómodos los niños o cuál encontrarán más natural? Lo que sería interesante es favorecer un mayor nivel de personalización de las interfaces. Hoy por hoy uno puede elegir el color de su escritorio, o colocar fotos de fondo, pero no puede ir más allá de eso.

ER: Otro aspecto un tanto problemático de este programa (OLPC) es el relacionado con la conectividad. En principio son máquinas pensadas para funcionar dentro de una red cerrada y eso es problemático desde el punto de vista del acceso.

NB: Si, eso sería un área problemática. No sé si es precisamente por esa razón, pero Chile justamente está tomando otro camino y está comprando una computadora portátil para cada niño, pero no de las del programa OLPC. Y de alguna manera esto podría abonar a esa percepción que mencionábamos antes acerca de las “computadoras baratas” y las “computadoras verdaderas”. No digo que efectivamente eso ocurra, pero es interesante para pensarlo.

ER: Pensando en la Web 2.0 y todo lo que ella implica en términos de producción y circulación de información en Internet, ¿qué nuevos sentidos adquieren los conceptos de acceso y validación de la información en relación con las nuevas tecnologías?

NB: En relación con la noción de acceso, debemos seguir sosteniendo que no se trata de tener acceso a la máquina, no es una cuestión de conectividad únicamente. Esto es necesario pero no suficiente. Podemos pensar, entonces, también en la pragmática del acceso: disponer de tiempo, tener formación y ayuda, disponer de una comunidad de gente alrededor que también usan la tecnología. El acceso ya no es una cuestión individual, especialmente en estos tiempos, es una cuestión de grupo, es un hecho colectivo, especialmente para los jóvenes, para quienes la interacción con sus pares se constituye en la principal motivación para utilizar esta tecnología. Entonces, incluso si le damos a alguien una computadora portátil, pero su entorno o sus pares no utilizan esta tecnología, o utilizan otro tipo de tecnología como el teléfono celular, por ejemplo, esto limita el acceso de esa persona, para decirlo de algún modo, aún cuando dispongan de todo el potencial de acceso en sus manos. Entonces, pensar en todo aquello que forma parte de la pragmática del acceso es importante y tan complejo ahora en tiempos de la Web 2.0 como lo era anteriormente. Pero también es cierto que los cambios en la naturaleza de Internet transforman el sentido de lo que consideramos requisitos para el acceso. Diez años atrás, cuando comencé a escribir el libro “Educación: riesgos y promesas de las nuevas tecnologías”, la gente pensaba en Internet como una gran enciclopedia, un gran repositorio de información. La Internet era, básicamente, una gran y enorme biblioteca. Ya no vemos a la Web de esa manera. Hoy es algo diferente. Es una especie de espacio de trabajo colaborativo, de construcción de conocimiento, de gente produciendo y publicando videos en YouTube, de gente participando en redes sociales de entretenimiento y otros intereses, es en realidad algo distinto de lo que era, hoy es más que “acceder a información”. Hoy se trata de creatividad, de comunicación, de expresión personal, de exploración de identidad y subjetividad, de creación de comunidades. Creo que la Web 2.0 nos permite pensar en un espacio en donde la misma idea de conocimiento está cambiando y se está transformando en algo más fluido. Entonces no se trata ya de guardar o archivar información, sino de manipular esa información de una manera diferente, y por personas diferentes. Gente que se apropia de lo que otros hacen y lo re-combinan de maneras muy diversas e interesantes. Incluso si pensáramos en un gran archivo, Internet no es un archivo estático, sino que es un espacio en donde las cosas son constantemente construidas y re-construidas, permanentemente, y a lo largo de esta extensa y dispersa comunidad de gente que en general no toman una postura de “sacralización” respecto de lo que encuentran en la red, sino que simplemente lo toman como un recurso más que utilizan junto con otros. En muchos sentidos, desde este tipo de intercambios e interacciones con y en la red, emergen o evolucionan comunidades de manera no planeada. Entonces, volviendo al tema del acceso, ¿qué significa proveer acceso a ese espacio que acabamos de describir? Ya no se trata de la computadora solamente, ni siquiera de la computadora y la conexión. Es involucramiento en un entorno y una comunidad de personas dentro de la cual uno se encuentra. Entonces, de repente, cuestiones que no hubiéramos considerado como impedimentos de acceso, pueden serlo. Por ejemplo, diferentes idiomas o el capital cultural a través del cual se interpreta lo que ocurre en la Web. También la manera en la que las personas se acercan a experimentar con las computadoras, pues hoy para tener realmente acceso uno tiene que sumergirse en el entorno que hoy representa Internet, tiene que experimentar con cosas, publicar y manipular información, ser participante. Incluso el acceso se vincula con las experiencias desagradables que muchas personas tienen al publicar en la Web: gente que deja comentarios rudos o malintencionados en sitios de otra gente, gente que hace circular rumores acerca de otra gente, etc., todo esto influye en las experiencias y cuestiones de acceso que hoy tenemos que pensar.

ER: ¿Cómo se relaciona esto con las cuestiones de validación de la información?

NB: Bueno tomemos un ejemplo: si yo vengo de una familia, o de una formación religiosa, o de una escuela en donde me enseñaron que hay respuestas correctas y respuestas incorrectas, que hay hechos y hay mentiras, y que las cosas pueden ser verdaderas o falsas, es decir que hay dos cosas distintas y que siempre puedo distinguir cuál es cuál; bueno, pues yo definitivamente voy a tener problemas de acceso, pues este es un entorno en el que estas categorías siempre me ayudan, dado que se aplican a ciertas cosas y no a otras. Entonces, esta formación, que nada tiene que ver con la tecnología, se convierte en una limitación para que la persona participe en este entorno fluido de información y conocimiento. Por otra parte, es necesario recordar que aún debemos hacer juicios de valor en este y en cualquier entorno que evolucione a partir de este. Debemos juzgar lo que encontramos, en algunos casos con criterios que se construyen al trabajar en estos entornos, en otros con criterios que compartimos con otros miembros de la comunidad.

ER: Si tuviera que enseñarle a alguien, a un novato, hoy, una sola cosa acerca de las computadoras ¿cuál sería su opción?

NB: Blogging, definitivamente le enseñaría cómo crear y mantener un blog. No le enseñaría a procesar textos, o a trabajar con planillas de cálculos, o a crear bases de datos, o a construir una gran página Web. Le enseñaría definitivamente blogging. ¿Por qué? Porque, en primer lugar es sencillo de aprender, pero fundamentalmente, porque a través de ello uno adquiere una exposición a muchas otras cosas centrales de este nuevo entorno social que es la Web hoy en día, en el que las personas interactúan y se conectan, como lo hacen en la blog-esfera. Creo que esto es lo interesante y potente hoy, no se trata de tener a disposición una gran enciclopedia o biblioteca o reseñas de películas y otra información por el estilo. Eso también es bueno. Pero si tuviera que enseñar una sola cosa, sería aquello que le permitiera a la persona participar en esa parte de la Web, su dimensión colaborativa y social.

ER: Para terminar, una última pregunta: ¿Cómo ve el futuro de la tecnología y la educación en relación con las transformaciones del presente?

NB: Voy a contestar esta pregunta desde mi formación filosófica. Los impedimentos de hoy no son obstáculos tecnológicos. Los impedimentos de hoy son impedimentos de la imaginación. A manera de ejemplo voy a contarles una experiencia personal. Yo enseño regularmente cursos online. El semestre pasado comencé a enseñar un nuevo curso sobre historia de la educación con un colega quien, si bien tiene un buen manejo de la tecnología, no es experto en ella. Cuando nos sentamos a planificar el curso le dije, “estas son las cosas que yo me pregunto a la hora de planear un nuevo curso online: ¿cuál será el proyecto final de este curso? ¿Cómo quiero que trabajen los alumnos colaborativamente? ¿Cuáles son las actividades que quiero para los estudiantes del curso? ¿Qué tipo de intercambios comunicativos me interesa promover? ¿Cómo voy a generar un involucramieto genuino en este curso online por parte de ellos?” Comenzamos a hablar sobre estas cuestiones y a planificar el curso, y luego de 20 minutos él me dijo: “Acabo de darme cuenta lo que resulta más revolucionario acerca de estas tecnologías: yo nunca me he formulado este tipo de preguntas desde que enseño y esto es desde hace más o menos 20 años.” En fin, todos sabemos cómo es una clase universitaria, tenemos una idea de lo que ella es o debe ser: tienes un programa, una serie de lecturas, teóricos, exámenes, etc. Hoy podemos formularnos preguntas que nos permiten mirar a esas clases de manera diferente.

* Nicholas Burbules, doctor en Filosofía de la Educación de la Universidad de Stanford y profesor en el Departamento de Estudios sobre Política Educacional de la Universidad de Illinois, pasó por Buenos Aires invitado por el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIPE) de la Unesco, para participar del Seminario "Cómo las Tecnologías de la Información transforman las escuelas”. En el marco de su visita, dialogó con EducaRed sobre el tema que lo ha convertido en un destacado referente del campo educativo: el impacto de las nuevas tecnologías en las relaciones humanas, la identidad y la cultura contemporánea.

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