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lunes, 13 de junio de 2011

El primer asesino YouTube

La matanza de Jokela inflama el temor a la maligna influencia de Internet en los jóvenes
Fuente: La Razón - España
(Fecha original del artículo: Noviembre 2007) 
Cuando Bertolt Brecht se exilió a Finlandia, solía ridiculizar el mutismo de sus anfitriones describiéndoles como el único pueblo capaz de mantener la boca cerrada en dos idiomas: sueco y finés. El pasado jueves, los 69 tiros escupidos por la pistola de Pekka-Eric Auvinen resquebrajaron por completo este silencio casi autista.
Puede que este adolescente desquiciado no sea el primer integrante del macabro panteón de asesinos escolares: deberá compartir su plaza con los autores de las matanzas de Columbine, Virginia o Erfurt. Pero nadie podrá arrebatarle la «honrilla» de ser el primero en haber utilizado Internet para difundir su orgía de sangre a una audiencia planetaria.
Los psicópatas siempre han explotado los medios de comunicación para justificar sus actos y difundir su mensaje misántropo. Desde Jack el Destripador hasta Unabomber, todos estos criminales suelen tener en común un hipertrofiado afán de protagonismo. Pero, hasta ahora, siempre había alguien que ejercía de filtro para sus mensajes: hasta el asesino de Virginia tuvo que recurrir a la cadena NBC para difundir su testamento visual.

Desbarres.com
Este caso ha demostrado que YouTube ha cambiado para siempre las reglas del juego: cualquier energúmeno con una conexión a Internet puede retransmitir sus desbarres a millones de espectadores. «Los asesinos se amoldan a la cultura de su época», asegura Vicente Garrido, autor de «La mente criminal». «Jack el Destripador enviaba cartas y escribía en un muro de la calle. Los asesinos de hoy utilizan Internet».
En los meses anteriores a su estallido de violencia, Auvinen colgó 89 vídeos en su cuenta de Youtube bajo el sobrenombre de Sturmgeist89. En ellos puede rastrearse la paulatina transformación de un talentoso estudiante en un lunático obsesionado con morir matando. Este perfil encaja a la perfección con el de otros asesinos escolares: un chaval rarito que sufría las burlas de sus compañeros. «Y, para preservar su autoestima, desarrolló delirios de grandeza», explica Luis Jiménez, profesor de la Escuela de Criminología de Barcelona.
Su vídeo de despedida debería proyectarse en las facultades de psiquiatría para mostrar la versión más extrema del narcisismo humano. En las imágenes, Auvinen se pavonea con su pistola ante el objetivo: un intento flagrante de apuntalar su personalidad con impostadas poses de machote. Luego se enzarza en una diatriba que mezcla ideología nazi, lógica estalinista y equívocas referencias a Darwin, Nietzsche o Timothy McVeigh, el autor del atentado de Oklahoma. «Y deja una frase extraordinaria para la antología del crimen por lo que revela de su psique: “La humanidad está sobrevalorada”», recalca Garrido.
Si Auvinen no hubiese consumado sus amenazas, la filmación se habría interpretado como un patético intento de llamar la atención. Pero el chaval apretó el gatillo y sus ocho víctimas mortales han empujado a los expertos a diseccionar la perversa influencia de Internet en algunos adolescentes. «Los jóvenes pueden vivir una existencia paralela y alimentar sus tendencias psicóticas sin que nadie actúe hasta que es demasiado tarde», denuncia Jesús Herranz, profesor del departamento de Criminología de la Universidad de Alicante.

Tragedia griega
Sin embargo, otros aseguran que estas pulsiones violentas han existido siempre. Basta con leer una tragedia griega para comprender que los asesinos de Columbine no inventaron nada nuevo. Lo que sí facilita Internet es que la sangre de los asesinados salpique los cinco continentes en cuestión de minutos. «Los clips de YouTube son una perfecta metáfora de nuestro tiempo, la era de la imagen: lo que no se ve, no existe», recalca César San Juan, profesor de Psicología de la Universidad del País Vasco.
En todo caso, persiste el temor de que la matanza finlandesa anime a otros adolescentes a liarse a tiros. El propio Auvinen jamás ocultó su admiración por otros asesinos en serie: su página web incluía fragmentos de «Asesinos natos», la polémica película de Oliver Stone sobre una pareja de psicópatas. También colgó clips de la canción «Stray Bullet», del grupo KMFDM, una de las bandas favoritas de Eric Harris, uno de los dos estudiantes de Columbine que asesinaron a trece personas antes de suicidarse.
El vínculo con esta matanza no es casual. De hecho, se les considera los «padres» de la lúgubre costumbre de los asesinos escolares de grabar vídeos antes de perpetrar sus matanzas. En su testamento visual, ambos aseguraron que su objetivo era «desatar una revolución» contra el poder establecido. Pero las imágenes también evidenciaron su insistente ramalazo ególatra: en uno de los clips, se relamen de gusto al imaginar las peleas de los directores de cine para llevar su historia a la gran pantalla.
De todas formas, su mensaje fue destilado antes de llegar al gran público, puesto que las cintas cayeron en manos de la Policía después de la masacre. Años después, el asesino de Virginia, Cho Seung Hui, había aprendido la lección y, en pleno atracón criminal, envió un completo pack audiovisual para la NBC. Sus imágenes dieron la vuelta al mundo e inspiraron las poses que Auvinen adoptó ante las cámaras, pero sólo fueron retransmitidas tras un intenso debate ético en la emisora estadounidense.
La despedida del asesino finlandés «perfeccionó» el modelo Columbine y lo adaptó a la era de Internet. Nada de intermediarios que pudieran edulcorar su mensaje: YouTube se encargaría de diseminar su arenga. Este es el mecanismo perfecto para un adolescente que buscaba en la muerte el reconocimiento que no supo alcanzar en vida. «Su ansia de notoriedad resulta muy preocupante», asegura Herranz. «Se trata de un valor muy cotizado en la sociedad actual. A algunos no les importa perder la vida para convertirse en un icono psicópata como Charles Manson».
De hecho, la Red está plagada de santuarios electrónicos que celebran las andanzas de los criminales más despiadados. La Policía finlandesa sospecha que Auvinen frecuentaba diversos foros de admiradores de los asesinos de Columbine. Allí pudo intercambiar confidencias con Dillon Cosey, un chaval estadounidense al que detuvieron el mes pasado en Filadelfia cuando se disponía a liarse a tiros contra su antiguo instituto. Esta posibilidad preocupa a los expertos en criminología juvenil: ¿y si los jóvenes marginados toman como modelo las tácticas cibernéticas del terrorismo islámico y protagonizan una oleada de ataques contra colegios?
Lo sucedido coloca a páginas como YouTube en una difícil posición. Sus usuarios pueden colgar sus vídeos al alcance de una audiencia planetaria sin la intermediación de una tercera parte. Además, los responsables de la página sólo retiran un clip si alguien lo denuncia y se demuestra que su contenido es violento, pornográfico o racista. Pero no existe un control previo que impida que usuarios como Sturmgeist89 divulguen sus delirios entre su legión de «fans».
Según Sean Nelly, integrante del Instituto de Educación de la Universidad de Warwick, la «sensación de impunidad» que impregna la Red «anima a los adolescentes a volverse más osados» en la vida real. Y, por supuesto, estas páginas también pueden llenar las mentes de los adolescentes más vulnerables de ideas escabrosas. «El efecto contagio es inevitable», asegura Gonzalo Escobar, presidente de la Sociedad Española de Investigación Criminológica. «Cuando no has visto algo, tienes que imaginártelo, lo que resulta más difícil que simplemente copiarlo».

Siete horas por minuto
Pero no hay alternativas sencillas. Técnicamente, la Red es imposible de controlar: cada minuto, YouTube recibe una avalancha de siete horas de vídeo. Tampoco está nada claro que la censura previa sirviera de mucho: los adolescentes perturbados podrían camuflarse en páginas menos conocidas, como ya hacen los pederastas. «Está claro que una audiencia masiva siempre es un atractivo para quien quiere, de hecho, conmocionar al mundo», concluye Garrido. «Pero las sociedades abiertas siempre son vulnerables a los que hacen mal uso de los recursos existentes. Hoy en día, censurar Internet no es realista»[i]


[i] “El primer asesino YouTube. La matanza de Jokela inflama el temor a la maligna influencia de Internet en los jóvenes”. La nota original corresponde a la edición del 11.11.07 del diario español “La razón” y se encontraba en http://www.larazon.es/68902/noticia/Internacional/El_efecto_%ABColumbine%BB pero a la fecha de escritura del presente trabajo ha sido removida del sitio.



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