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martes, 23 de agosto de 2011

Educación ambiental en una cuenca contaminada

(Fecha original del artículo: Agosto 2011)

Víctor Cunsolo: "El Puerto", 1930
Queridos amigos:
Cualquier persona desprevenida se preguntaría por qué es tan escaso el material para uso docente sobre un tema tan crítico como el estado de la cuenca Matanza-Riachuelo. Tenemos un río en condiciones de figurar en el “Libro Guiness de los Records como uno de los más contaminados del mundo. Ese río no está en un lugar remoto sino en un área densamente poblada, y su contaminación afecta a millones de personas. Hay evidentes daños a la salud, al paisaje, hay degradación urbana y una grave amenaza a las fuentes de agua potable de una de las mayores ciudades del mundo.
Y no se trata de un problema nuevo sino de una situación que venimos arrastrando desde principios del siglo XIX.
¿Por qué entonces, esta lentitud de respuestas por parte del sistema educativo? ¿Cuáles han sido los obstáculos para tratar este tema en los programas, en los libros de texto, en las aulas?
Hemos incorporado con éxito temas que alguna vez nos parecían muy difíciles, como la educación sexual o los derechos humanos. ¿Qué está sucediendo con éste?
Esta cuestión merece, tal vez, seminarios y debates entre los docentes, y una confrontación de puntos de vista, pero podemos ir adelantando el nuestro. La educación ambiental, cuando toma situaciones críticas y cuando se hace con una absoluta honestidad intelectual, obliga a revisar algunos de los paradigmas implícitos de nuestro (y de cualquier otro) sistema educativo.
Educamos para integrar a los niños y jóvenes a una organización social anterior a ellos y cuyas grandes líneas de progreso les mostramos y les vamos enseñando a reconocer. Expresamos nuestra admiración por el coraje de los navegantes del Renacimiento, que se lanzaron a ciegas a descubrir el mundo. Seguimos paso a paso el modo en que Galileo se desprendió de la autoridad de Aristóteles para poder razonar por sí mismo y descubrir las leyes del comportamiento del universo. Enseñamos a admirar a José de San Martín y a Simón Bolívar, que nos dejaron una América mucho mejor que habían encontrado.
¿Podemos decir algo parecido cuando hablamos del estado del ambiente en general, y del Riachuelo en particular? Ha habido excelentes experiencias, importantísimos avances puntuales, los que, sin embargo, no han podido generalizarse. ¿Por qué se nos hizo tan difícil incorporarlos?
Nuestra generación les está dejando a los jóvenes un mundo de una calidad ambiental peor que la que nosotros recibimos. Y la generación anterior a la nuestra hizo lo mismo con nosotros. Ha habido una infinita cadena de negligencias, en las que participaron (a menudo por omisión, pero participaron) muchos de los grandes hombres de nuestra Patria, algunos de cuyos nombres perpetuamos en las calles o en el bronce.
Recordemos que la contaminación es una de las formas más tremendas y evitables del dolor humano. Hablar del Riachuelo nos obliga a incorporar una categoría  aún poco utilizada entre nosotros, que es la noción de sufrimiento ambiental [i]. Un tema como el que nos ocupa no puede quedar reducido a un conjunto de cifras sobre la calidad del agua, sino que tiene que estar centrado en lo que ocurre con los seres humanos afectados. Los estudios sobre el sufrimiento social son relativamente recientes y en muy pocos casos registran que los sectores sumergidos en la pobreza sufren, también, una peor calidad ambiental que el resto de la sociedad. Es decir, que respiran aire y beben agua de peor calidad que los demás, comen alimentos dudosos y sus hijos juegan en tierra contaminada.

Partimos, por supuesto, del reconocimiento de la realidad y de la reflexión sobre el conflicto social, lo que significa que hay que educar a los contaminados porque los contaminadores saben muy bien lo que están haciendo.

En los últimos tres años una sentencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha activado un poco las tareas de saneamiento, aunque todavía queda demasiado por hacer, ya que durante todo el siglo XX no se hizo absolutamente nada para frenar la contaminación de esa cuenca.

Para acompañar la difícil tarea de decir en el aula lo que no quisiéramos tener que decir, estamos organizando un curso de formación docente a distancia con Redes Educativas. (ver más en http://carreras-cursos-pizarrasypizarrones.blogspot.com/2011/08/curso-virtual-matanza-riachuelo.html)

En esta entrega ustedes reciben:
  • La sentencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de 1887, referida a los saladeristas de Barracas. Allí los jueces expresan que los ríos son de todos y que no se puede afectar la salud pública para realizar un negocio privado. Desde ese momento hasta la siguiente sentencia de la Corte (que fue en el 2008) pasaron 121 años en los cuales nuestra sociedad simuló no ver la contaminación. Lo pueden bajar del siguiente enlace: http://dl.dropbox.com/u/18205050/Documentos/Saladeristas.doc
Un gran abrazo a todos.

Antonio Elio Brailovsky



REFERENCIAS
[i] Auyero, Javier y Swistun, Débora A: “Inflamable, estudio del sufrimiento ambiental”, Buenos Aires, Paidós, 2008.

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