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miércoles, 24 de agosto de 2011

LUCHADORAS... II: Internacionalistas: Clara Zetkin

Autoras/es: Andrea D’Atri (ed.), Bárbara Funes, Ana López, Jimena Mendoza, Celeste Murillo, Virginia Andrea Peña, Adela Reck , Malena Vidal, Gabriela Vino, Verónica Zaldívar
(Fecha original: Abril 2006)

II: Internacionalistas: Clara Zetkin
“La incorporación de grandes masas de mujeres trabajadoras en la lucha por la liberación del prole­tariado es uno de los prerrequisitos para la victoria de la idea socialista y para la construcción de una sociedad socialista.” 1
Clara Zetkin
Clara Zetkin, nacida en 1857, importante dirigente del Partido Social­demócrata Alemán (SPD) y organizadora de su sección femenina, vivió entre dos siglos, lo que le permitió ser protagonista de acontecimientos históricos tales como la decadencia de la socialdemocracia y la creación de la IIIº In­ternacional dirigida por Lenin, la Primera Guerra Mundial, la instauración del estado obrero soviético y el surgimiento del nazismo. Indoblegable, en 1891, a su regreso del ostracismo al que la condenó el canciller Bismarck por pertenecer al SPD, fundó la revista La Igualdad que dirigió hasta 1917, la que llegó a tener ciento veinticinco mil suscriptores, transformándose en uno de los canales de expresión más destacados de su época al convertirse –a partir de 1907– en el órgano oficial de la Internacional de Mujeres Socialistas.
A través de esta publicación quincenal, Clara intentó desterrar viejos prejuicios de la dirección del partido socialdemócrata, pro­poniendo crear núcleos de mujeres que participaran en la vida y actividad partidaria, pero manteniendo su autonomía.
Debido a que en 1908 los socialdemócratas alemanes lograron que se levantaran las leyes que prohibían la actividad política femenina, se produjo entonces la entrada masiva de mujeres al partido. Por ello, el número de las mismas se triplicó en dos años; lo cual no implicó, sin embargo, que fueran realmente integradas a la actividad partidaria, ni que sus reivindicaciones tuvieran un lugar destacado en la propaganda ni en los esfuerzos activos de los socialistas, porque las alemanas tuvieron que postergar su derecho al voto hasta 1919, después de la larga y penosa Primera Guerra Mundial.
Mujer valerosa, no dudó en combatir contra la dirección de su partido cuando ésta se alineó con la burguesía alemana, votando los créditos de gue­rra en el parlamento para entrar en la Primera Guerra Mundial. Esta posición la llevó a unirse al grupo Espartaco y, junto a su amiga Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, desarrolló actividades para detener la contienda imperialista en la que su país y el partido socialdemócrata se habían comprometido.
En su lucha contra la guerra, lanzó un llamamiento a las mujeres so­cialistas y convocó a la Tercera Conferencia Internacional que sesionó en la ciudad suiza de Berna, en marzo de 1915, donde se reunieron setenta mujeres de ocho países europeos.2 Durante ese encuentro, la guerra imperialista fue condenada con la consigna “Guerra a la guerra”. Por ello, fue encarcelada junto a Rosa Luxemburgo ese mismo año, tras lo cual no pudo intervenir activamente en esa lucha. Al año siguiente se le prohibió hablar en público y fue excluida del SPD.
Pero a Clara se la conoce fundamentalmente porque fue una de las socialistas europeas que, en los albores del siglo pasado, propuso instaurar un día en homenaje a las mujeres obreras que habían dado su vida para exigir mejores condiciones laborales. Eso fue en 1910, durante el IIº En­cuentro Internacional de Mujeres Socialistas, realizado en Copenhague, al que asistieron más de cien delegadas de diecisiete países. Entre ellas estaban Clara Zetkin y Kathy Duncker representando al SPD, quienes llevaron la propuesta de conmemorar un día internacional de la mujer. Las razones de tal propuesta eran evidentes para las mujeres socialistas. En el curso de los años anteriores a 1910, habían tenido lugar numerosas huelgas de obreras y obreros en Estados Unidos y en Europa. En 1909, por ejemplo, treinta mil costureras industriales de grandes fábricas estadounidenses se habían decla­rado en huelga demandando el derecho de unirse a los sindicatos, mejores salarios, una jornada de trabajo menos larga y el rechazo al trabajo infantil. Clara tuvo visión para entender, junto a otras mujeres, cuán importante era impulsar la búsqueda de justicia e igualdad para las mujeres trabajadoras.
En el otoño moscovita de 1920, Clara entrevista largamente a Lenin y más tarde publica estos diálogos en Lenin, recuerdos sobre su vida. Allí le cede la palabra al viejo dirigente bolchevique, preocupado por la organiza­ción de las mujeres para la lucha: “Lamentablemente, de muchos de nuestros camaradas aún se puede decir ‘Escarbad en un comunista y encontrareis a un filisteo’. (…)¿Existe prueba más evidente que el hecho de que los hom­bres vean con calma cómo la mujer se desgasta en el trabajo doméstico, un trabajo menudo, monótono, agotador y que le absorbe el tiempo y las energías; como se estrechan sus horizontes, se nubla su inteligencia, se debilita el latir de su corazón y decae su voluntad? (...). Saber movilizar a las mujeres con una clara comprensión de los principios y sobre una firme base organizativa, es cuestión de la que dependen la vida y victoria del Partido Comunista. Pero no debemos engañarnos. En nuestras secciones nacionales no existe todavía una comprensión cabal de este problema. Nuestras secciones nacionales mantienen una actitud pasiva y expectante ante la tarea de crear bajo la dirección comunista un movimiento de ma­sas de las trabajadoras. No comprenden que desplegar ese movimiento de masas y dirigirlo constituye una parte muy importante de toda la actividad del partido, incluso la mitad del trabajo general del Partido (…). No puede haber movimiento de masas real sin las mujeres. (…). Nuestras ideas orga­nizacionales derivan de nuestras concepciones ideológicas. ¡No queremos organizaciones separadas de mujeres comunistas! Ella que es una comunista es miembro del partido de la misma forma que él es comunista. Tienen los mismos derechos y obligaciones. No puede haber diferencias de opinión en este punto. De cualquier forma no podemos cerrar los ojos ante los hechos. El Partido debe tener órganos de trabajo, comisiones, comités, secciones o como se llame, con el propósito específico de movilizar a amplias masas de mujeres, llevándolas al contacto con el Partido y guiándolas bajo su influencia. Esto naturalmente requiere que llevemos adelante un trabajo sistemáticamente hacia las mujeres. Debemos educar a las mujeres más despiertas, ganarlas para la lucha de la clase proletaria bajo el liderazgo del Partido Comunista, y darles las herramientas para eso. Cuando digo esto, tengo en mente no sólo a las mujeres proletarias, ya sea que trabajen en la fábrica o hagan la comida para la familia. También tengo en mente a las mujeres campesinas y a las mujeres de diferentes sectores de la clase media baja. Ellas también son víctimas del capitalismo y más que nunca desde la guerra. La falta de interés en política y por lo demás antisocial y atrasada psicología de estas masas de mujeres, el limitado potencial de sus actividades y la total tendencia de sus vidas son hechos indiscutibles. Sería tonto ignorarlos, absolutamente tonto. Debemos tener nuestros propios grupos para trabajar entre ellas, métodos especiales de agitación, formas especiales de organización. Esto no es ‘feminismo’ burgués; es el empleo de una práctica revolucionaria.” 3
En 1918, Clara ya se había convertido en miembro del Comité Central del naciente Partido Comunista y lo representó en el parlamento desde 1920 hasta 1932, aprovechando su última intervención para hacer un llamamiento a la unidad de las filas proletarias contra el avance del nacionalsocialismo. Cuando el nazismo alcanzó el poder en 1933, se exilió en la Unión Soviética, donde murió poco después. Clara no llegó a atisbar los aberrantes zigzags políticos de Stalin, quien terminó pactando con la Alemania nazi en 1939.4 Tampoco conoció las purgas y asesinatos de cientos de miles de oposicionistas al ré­gimen burocrático, acusados de “trotskistas” y “agentes del imperialismo” en los campos de trabajo forzoso de la ex Unión Soviética.5
En reconocimiento al gran esfuerzo que realizó para organizar a las mujeres socialdemócratas, Clara Zetkin había sido elegida, en 1920, presidenta del Movimiento Internacional de las Mujeres Socialistas. En las “Tesis sobre la propaganda entre las mujeres”, preparadas para el Tercer Congreso de la Internacional Comunista, escribió que se debía “Comprender la im­portancia que tiene hacer participar activamente a las mujeres en todas las ramas de la lucha del proletariado (incluida su defensa militar), de la edificación de nuevas bases sociales, de la organización de la producción y de la existencia según los principios comunistas” y que “Las mujeres siempre deben tener presente que su esclavitud tiene todas sus raíces en el régimen burgués. Para terminar con esta servidumbre, es necesario pasar a un nuevo orden social”.6


1 Only in conjunction with the proletarian woman will socialism be victorius, de Clara Zetkin. [T. de A.]
2 La Primera Conferencia Internacional se realizó en Stuttgart en 1907 y la segunda en Copenhague en 1910. Estas conferencias se habían pronunciado por el sufragio femenino, la lucha por mantener la paz, contra el acaparamiento y la carestía de la vida. La Tercera Conferencia es convocada por Clara Zetkin para intentar explicar y sacar conclusiones del levantamiento de las trabajadoras contra la guerra y la inflación producido en los países contendientes de la guerra mundial. Es la primera conferencia socialista internacional cuyo eje central fue la oposición a la guerra en curso.
3 Lenin, recuerdos sobre su vida, de Clara Zetkin.II. Internacionalistas 89
4 En 1933, Stalin puso un signo igual entre fascismo y socialdemocracia y dio instruccio­nes a los comunistas alemanes para que atacaran a los trabajadores del SPD acusándolos de “social fascistas”. De esta forma impedía el frente único obrero contra la reacción, dividiendo al poderoso movimiento obrero alemán y paralizándolo frente a la contrarre­volución en curso. Dos años después, sin embargo, impulsó la Alianza Antifascista con la socialdemocracia y sectores de la burguesía, y finalmente en 1939 firmó un pacto de paz con el dictador alemán que implicaba dejar las manos libres a Hitler para iniciar su expansión siempre y cuando no invadiera suelo soviético.
5 Ver capítulo Indómitas.
6 “Tesis para la propaganda entre las mujeres” en Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista 1919-1923.

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