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martes, 30 de abril de 2013

UNA EDUCACIÓN POSIBLE. EDUCACIÓN POPULAR

Autoras/es: Ana Villalba
Educacion y Aprendizaje para el Siglo XXIDice Paulo Freire: "Nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo; los hombres se educan entre sí, mediatizados por el mundo". Los invito a interrogarse sobre una educación posible para el Siglo XXI.
(Fecha original del artículo: Abril 2013)
¿Fin de la historia? Para nosotros no es ninguna novedad. Hace ya
cinco siglos, Europa decretó que eran delitos la memoria y la
dignidad en América. Los nuevos dueños de estas tierras
prohibieron recordar la historia, y prohibieron hacerla.
Desde entonces, sólo podemos aceptarla.
Eduardo Galeano
UNA EDUCACIÓN POSIBLE. EDUCACIÓN POPULAR
LA EDUCACIÓN LIBERADORA DE PAULO FREIRE

¿Por qué y para qué aprendemos?

Paulo Reglus Neves Freire (1921-1997).
www.revistaforum.com.br

Para Freire, aprender y enseñar son actos simultáneos: sólo se puede enseñar aprendiendo y cuando aprendemos también enseñamos. Una cosa no existe sin la otra. Lo anterior se debe, según la explicación freiriana, a que:

[...] fue aprendiendo socialmente como, históricamente, mujeres y hombres descubrieron que era posible enseñar. Fue así, aprendiendo socialmente, como en el transcurso de los tiempos mujeres y hombres percibieron que era posible –después, preciso– trabajar maneras, caminos, métodos de enseñar. Aprender precedió a enseñar [...]. 2

Así, si aprender fue primero que enseñar, el educador no es tal si no está dispuesto a aprender con y de sus educandos, pues “nadie educa a nadie. Nadie se educa solo. Los hombres se educan juntos en la transformación del mundo”.3

Por otro lado, no hay que olvidar que el ser humano, a diferencia del animal, tiene una relación activa con el espacio y con el tiempo, pues tiene la capacidad de transformarlos. En contraste, el animal se adapta a su medio sin otro móvil que su nato instinto (que no conciencia) de sobrevivencia, es un ser cerrado en sí mismo que no toma decisiones, no tiene finalidades, no es capaz de darle sentido al mundo, es ahistórico.

Por su parte, el hombre es un ser abierto que se integra al mundo creativamente, posee una captación reflexiva de lo que lo rodea, toma decisiones y responde a los desafíos que le son impuestos, por eso su vida es “existencia histórica”. En una interpretación muy personal del Génesis de la Biblia católica, me parece que comer del fruto del árbol prohibido, el árbol de la sabiduría, es una representación de esa transición del hombre de un ser ahistórico, de un animal, a un ser que se da cuenta de que su existencia es finita y que su relación con el mundo está ubicada en un tiempo y espacios específicos. Así, este nuevo ser pierde el “paraíso”, o sea, la comodidad de pertenecer a un mundo cuyas leyes son incuestionables e inmodificables y de las cuales él no es responsable. En cambio, podemos decir que nuestra especie se caracteriza por su capacidad de hacer conciencia de sí mismo y del mundo, conciencia que le permite no solamente estar “en” el mundo, sino estar “con” el mundo.

De esta manera, el hombre aprehende el mundo y aprende del mundo. Pero éste no es un aprendizaje solitario, es, como afirma nuestro autor, aprendizaje colectivo. Sólo después de que juntos mujeres y hombres tomaron conciencia de que aprendían del mundo, fue que descubrieron la posibilidad de enseñar.

Asimismo, es posible afirmar que el hombre no sólo tiene contacto con el mundo, sino que construye una relación con éste, relación que puede ser transformada ad infinitum. Por esta razón, Paulo Freire nos recuerda que somos seres inacabados, es decir, en constante formación y transformación. Nuestro eterno “estar siendo” nos convierte en seres con vocación, y es aquí donde Freire fundamenta su pedagogía para la liberación, pues afirma que nuestra vocación es, precisamente, la libertad.

Así, fundada en la libertad, la pedagogía de Paulo Freire se convirtió en un bastión fundamental de la educación popular, cuyo objetivo principal era (y sigue siendo) la superación de la opresión en la que viven las clases bajas de los países latinoamericanos y, en general, de los que forman parte del llamado Tercer Mundo. Entre las características más generales de la propuesta pedagógica del brasileño podemos mencionar que ésta se destaca por señalar la necesidad de la construcción de nuevas relaciones entre los sujetos y entre éstos y el saber. Por otro lado, Freire nos recordará, una y otra vez, que no podemos separar la práctica de la teoría. La práctica es para Freire la reflexión que deviene acción, y es sólo la acción la que nos puede llevar a la transformación social que la pedagogía liberadora busca.

¿Fin de la historia?

Desde finales del siglo XIX la escuela parecía atravesar por una crisis,4 se tenía la impresión de que algo no funcionaba, y peor, se pensaba que la escuela dificultaba más que facilitar el aprendizaje. A raíz de ello, surgieron varias corrientes que cuestionaban la escuela tradicional, es decir, una escuela con relaciones y métodos autoritarios, cuya realidad estaba al margen de la vida, fundamentada en la disciplina y el castigo y, entre otras cosas, con un método basado en el orden y la programación, donde el maestro tenía el papel principal, mientras los alumnos “debían acostumbrarse a hacer la voluntad más de otras personas que la suya propia”.5 Entre los críticos de esta escuela hay muchos nombres conocidos: Freud, Marx y Engels, Makarenko, Gramsci, Althusser, Bourdieu y Paulo Freire, entre otros.

En este contexto y desde América Latina, Freire lanzaba su crítica a la escuela tradicional. La escuela latinoamericana no sólo poseía todas las características arriba mencionadas, además estaba marcada por la colonización, pues apoyaba desde entonces la idea del pueblo como un objeto, una masa ignorante, y no como un sujeto.
En ese sentido, el pedagogo brasileño cree que la escuela debe dejar de responder a los intereses de los poderosos para ponerse a disposición de las clases populares, ayudar en el desarrollo de una conciencia crítica y formar parte de la lucha por la dignidad.

Así, la educación no constituía tan solo la “ambición de conducir al alumno al contacto con las mayores realizaciones de la humanidad”6 a través de la simple observación e imitación, educar debía significar:

[...] crear la capacidad de una actitud crítica permanente, actitud que permita al hombre captar la situación de opresión en la que se halla sumido, y captar esa situación de opresión como limitante y transformable.7

Hemos señalado más arriba que Freire se preocupó por dejar claro que la realidad es modificable, pues, para el brasileño, un educando es el sujeto de la producción del saber (y no depósito de conocimientos), cuyo fin es ser sujeto de su propia historia, es decir, constructor de su propio proyecto histórico, ya que, explica, “mi presencia en el mundo no es la de quien se adapta a él, sino la de quien se inserta en él. Es la posición de quien lucha para no ser tan sólo objeto, sino también sujeto de la historia”.8

Por todo lo anterior, podemos decir que Freire se muestra en contra de la ideología fatalista, es decir, en contra de la tendencia a pensar que el orden mundial en el que vivimos es natural e inevitable, en otras palabras, que es inmodificable.

La idea de Fukuyama sobre el “fin de la historia” es parte de esa corriente fatalista. Para él la derrota del socialismo real en 1989 significó el triunfo definitivo e incuestionable del capitalismo y de la universalización de la democracia liberal. Y no es que esto sea una desgracia completa, el problema es que proclamar al capitalismo como el mejor sistema mundial posible, sus vicios y defectos se vuelven también incuestionables, son los “males necesarios”. Ante esta perspectiva, no nos queda más que, como dice Eduardo Galeano, padecer la historia, y con ello, padecer la injusticia social, la pésima distribución de los ingresos, la cultura de consumo, etcétera.

De este modo, pensar que el capitalismo, o cualquier otro sistema económico-social, es imperfectible contradice la naturaleza inacabada del ser humano y su eterno “estar siendo”. En ese contexto el aprendizaje sería imposible, pues ¿qué se puede aprender de un mundo en el que ya se ha dicho todo, un mundo inflexible y hermético? ¿Acaso nos tendríamos que conformar con repetir lo que se ha dicho e imitar lo que se ha establecido como lo “mejor”? Freire no lo piensa así, no cree en el fin de la historia, no acepta el punto final que los poderosos le han puesto a una realidad que los favorece sólo a ellos.

El constructivismo freiriano

Haciendo un resumen somero, podemos decir que la pedagogía propuesta por Paulo Freire comprende, más o menos, las siguientes premisas:
a) Todos pueden aprender.
b) Todos saben algo.
c) El sujeto es responsable de la construcción de conocimiento y de darle un nuevo significado a lo que aprende.
d) Se aprende cuando el educando posee un proyecto de vida donde ese conocimiento es significativo.

En este tenor, educar y educarse se convierte en un acto político, en un acto creador, pues significa aprender a hacer una lectura crítica del mundo y, sobre todo, la capacidad de pasar de la inmersión en la realidad hacia el distanciamiento que nos permita la concientización, acción que precede a la transformación social. Hay que recordar que Freire pretende (y no lo insinúa, lo dice literalmente) el desarrollo de una pedagogía del oprimido, de la educación de y para los social y económicamente marginados. En esta línea, la concientización significa el reconocimiento de que se pertenece a una sociedad de opresores y oprimidos, y la posibilidad de desentrañar el tejido social que hace que ese tipo de socialización sea hegemónico, así como analizar y cuestionar el discurso bajo el cual los opresores legitiman su poder. Reflejo de esta visión es el sistema de alfabetización de adultos propuesto por Freire, cuya ejecución debe estar acompañada de:

1. Investigación temática. Se refiere a la elaboración de una biografía propia a través de un tema generador. El tema generador depende del momento específico que se vive y a través de él se pretende establecer un diálogo con el mundo que mediatiza al educando. Este paso significa, según Freire, el ingreso al universo temático del pueblo.
Los educadores de estas escuelas son personas acampadas con educación media y con algún curso de magisterio impartido por el propio mst.
Foto: Ana Villalba.

2. Tematización o decodificación de los temas que integran la realidad social y la vida de cada educando. Aquí, el educador identifica el universo de temas que los educandos exponen. Se trata también de hacer interactuar a los alumnos a través de la discusión sobre lo que han identificado como su visión de la realidad social.

3. Problematización o visión crítica de la realidad social del educando. En esta fase es donde se aspira a incentivar la acción hacia la libertad, ya que, a través de esta visión crítica “el hombre deja de estar atado a lo que es y percibe la necesidad de la lucha por lo que puede ser.”9

Entonces, no sólo se trata de aprender a leer y escribir, la escuela debe ser un espacio donde analizo el entorno social en el cual me desenvuelvo, es un espacio donde hombres y mujeres aprenden a dialogar sobre sus experiencias de vida, pues, si no es para compartir mi experiencia y mi visión del mundo, ¿qué sentido tiene aprender a leer y escribir?, ¿leer y escribir sobre qué?, ¿para qué?

La idea anterior nos permite decir que la relación hombre-mundo está forzosamente acompañada de la relación hombre-hombre, cuya correspondencia está marcada por la comunicación, esto es, por la palabra. El lenguaje surgió ante la necesidad de dialogar con el otro, de pronunciar el mundo que percibíamos y cotejarlo con el mundo de los otros. Para Freire, la palabra es el vehículo necesario entre reflexión y acción, la palabra es praxis, es la posibilidad de, a través del diálogo que ella genera, transformar al mundo.

De esa premisa surge la teoría de la comunicación pedagógica de Freire, cuya proposición esencial es que la educación es diálogo, es el encuentro entre dos o más sujetos cuyo objetivo es la búsqueda colectiva de los significados sociales. Por ello, la educación no puede ser vista como una mera transmisión de conocimientos de un sujeto que sabe a otro ignorante (recordemos que todos sabemos algo), sino la coparticipación en el acto de comprender. En palabras llanas, la comunicación pedagógica de Freire recuerda que la educación es un acto comunicativo en el que los signos lingüísticos de educandos y educadores deben compartir un mismo universo. Esta comunicación es bilateral y sólo es posible con la comprensión de los condicionamientos socioculturales del educando. Educar no es invasión cultural, no es mesianismo, no es subestimación, es un proceso en el cual se respeta al alumno, es concientizar sin violentar la conciencia del otro.

Romper con las dicotomías tradicionales es romper con los métodos autoritarios. Nos referimos a los binomios que aseguran que el maestro educa mientras el educando aprende, el primero sabe, habla, disciplina y escoge los contenidos programáticos y el segundo ignora, escucha, se disciplina y se adapta a los contenidos. En cambio, la educación para la liberación niega la unilateralidad del aprendizaje entre educador y educando, despierta la creatividad y la reflexión, busca la comunión y la solidaridad, busca una relación horizontal entre profesor y alumno, pues no se puede aprender a ser democrático a través de métodos autoritarios.
Educación y movilización social: Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (mst)

Según Sydney Tarrow, politólogo norteamericano, los movimientos sociales como hoy los conocemos se configuraron con el surgimiento del Estado Moderno hacia finales del siglo XVIII. En términos generales, este nuevo estado, si bien fundó el concepto de ciudadanía con el fin de desarrollar diferentes perfiles de individuos que sirvieran al Estado (soldados, pagadores de impuestos, obreros, etc.), el despliegue de los medios de comunicación y, junto con ello, la movilización de la opinión pública, devino en la organización de fuertes movilizaciones sociales. Lo que interesa resaltar aquí es la importancia de la difusión de la alfabetización durante este periodo que, junto con la difusión de los medios impresos, constituyó un elemento fundamental en la construcción de lazos entre comunidades alejadas, creando, como lo denomina Tarrow, “comunidades invisibles de discurso” o, lo que es lo mismo, “comunidades invisibles de lectores”, es decir, miles de hombres y mujeres que accedían a la misma información el mismo día. Por otra parte, los medios impresos no sólo conectaban a los miembros de la comunidad entre sí, sino que acortaban la distancia entre éstos y los gobernantes, pues se referían a estos últimos y a sus actividades en lenguaje común, además de conferir críticas y burlas acerca de su desempeño.

Asimismo, Tarrow señala las consecuencias que la posibilidad de leer trajo en términos de organización y política popular; al respecto afirma:
La difusión de la alfabetización fue un determinante crucial del nacimiento de la política popular. Sin la capacidad de leer, los insurgentes en potencia habrían tenido dificultades para mantenerse al corriente de las acciones de otros con reivindicaciones similares, excepto por la transmisión verbal de noticias.10

En resumen, podemos decir que ya la simple posibilidad de leer permite la entrada al mundo de la información y, por lo tanto, la oportunidad de dar nuestro punto de vista. Posteriormente, de esa capacidad de dar nuestro punto de vista sobre la realidad que nos rodea, surge lo que hoy se denomina opinión pública, base del ejercicio efectivo de la democracia.

En este sentido, tal como ocurriera durante la formación del Estado Nacional en el siglo XVIII, actualmente la capacidad de leer todavía es considerada por algunos movimientos sociales como una oportunidad para acceder a la información, a lo nuevo, al cambio y a la liberación.

Ejemplo claro de lo anterior es el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (mst) que, guiado por la pedagogía de Freire, acompaña su lucha por la reforma agraria en Brasil con un proyecto de educación popular. Así, mientras acampan a la orilla de las carreteras esperando localizar una tierra donde asentarse definitivamente y hacer lo que mejor saben hacer: sembrar la tierra, montan pequeñas escuelas que atienden las necesidades educativas de los hijos de los campesinos movilizados. Por ello, para muchos de los alumnos y monitores de las escuelas del mst, ser parte de los programas educacionales del movimiento:
[...] representa la posibilidad de emancipación social y cultural. Consideran muy importante la presencia de los espacios formativos y la red de relaciones sociales que se crea a lo largo de los proyectos. [Además] los monitores consideran la alfabetización importante para los asentados, para que tengan un mayor aprendizaje de ciudadanía.11

De este modo, podemos decir que para el mst la escuela se convirtió en un apéndice necesario de la lucha por la tierra, esto es, se pasó de la conquista de la tierra a la conquista de la palabra. Leer y escribir, además de posibilitar la firma de los documentos del incra (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria) y la lectura de los rótulos de los productos utilizados en la agricultura, significó la inclusión en el mundo letrado y con ello, la capacidad de demandar con la propia voz los derechos que hasta entonces se les habían negado.

En pocas palabras, revisar las ideas de Freire nos hace recordar el poder transformador que tiene la educación. Bajo su influencia las aulas pueden convertirse en trincheras en las cuales se pongan a prueba conceptos como ciudadanía, democracia, representación política y participación, y donde se desarrollen valores como la autonomía, la igualdad y la justicia.

En síntesis, podemos decir que la educación popular en general y en especial la inspirada en los ideales de Paulo Freire representa el paso de una escuela pública “atribuida” (por el Estado-nación) a una escuela pública “reclamada”. O, como lo dice Stephen Store (participante constante del Foro Mundial de Educación), el tránsito de lo que Touraine denominara “escuela de la sociedad” a una escuela construida por los actores sociales sobre la base de sus propias reivindicaciones y promoviendo una “ciudadanía cultural”.





1 En 1988 el Partido de los Trabajadores (pt) ganó, con Luiza Erundina, la jefatura de la capital del estado de São Paulo. Durante este periodo se fortaleció la autonomía de las escuelas públicas del estado; se restablecieron los círculos de padres de familia, de profesores y los gremios estudiantiles; se intensificó la gestión de proyectos pedagógicos propios, y se inició un movimiento de alfabetización en conjunto con los movimientos sociales (Movimiento de Alfabetización de la ciudad de São Paulo), entre otras cosas.
2 Paulo Freire, Pedagogía de la autonomía, México, Siglo XXI Editores, 2004, p. 25.
3 Paulo Freire citado por Moacir Gadotti en “Paulo Freire: de la pedagogía del oprimido a la ecopedagogía”, Moacir Gadotti (coord.), Perspectivas actuales de la educación, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, p. 135.
4 Jesús Palacios, La cuestión escolar, México, Ediciones Coyoacán, 2002.
5 Ibidem, p. 19.
6 Ibidem, p. 20.
7 Ibidem, p. 524.
8 Paulo Freire, op.cit., p. 53.
9 Jesús Palacios, op. cit., p. 551.
10 Sydney Tarrow, Poder en movimiento, Madrid, Alianza Editorial, 1994, p. 98.
11 María Antônia de Souza, “Relaciones mst. Estado, encuentros y desencuentros en la educación de jóvenes y adultos de los asentamientos rurales”, en Evelina Dagnino (coord.), Sociedad civil, esfera pública y democratización en América Latina: Brasil, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, p, 227.

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